Las cinco señales de alerta del «Síndrome del Niño Hiperregalado» en Navidad

Written by on 19/12/2025

  • La pérdida rápida de interés por los juguetes, la baja tolerancia a la frustración o la confusión entre deseo y derecho son los síntomas claros de este fenómeno.

  • María José García Rubio, docente del Grado de Psicología y del Máster en Neuropsicología Clínica de VIU, perteneciente a la red de educación superior Planeta Formación y Universidades, advierte de que la sobreexposición a estímulos en Navidad satura el sistema de dopamina en los niños.

 

Colombia, diciembre de 2025 —  Ante la inminente llegada de la Navidad, muchas familias se enfrentan al dilema de la cantidad de obsequios. Sin embargo, lo que parece un acto de generosidad puede tener un efecto rebote en el desarrollo emocional de los menores conocido como «la anestesia del deseo».

Este es un síndrome que describe cómo la sobreexposición a estímulos gratificantes, como regalos constantes o recompensas inmediatas, reduce la sensibilidad del sistema de recompensa del niño. Así lo explica María José García Rubio, docente del Grado de Psicología y del Máster Universitario en Neuropsicología Clínica de VIU, y co-directora de la Cátedra VIU-NED.

A nivel neurobiológico, la avalancha de regalos tiene un efecto directo. Según explica Rubio, a corto plazo se produce un «pico dopaminérgico intenso» asociado a la novedad. Sin embargo, cuando los regalos son demasiados o muy frecuentes, el cerebro deja de percibirlos como algo especial.

«El sistema dopaminérgico se adapta y la respuesta de placer se atenúa: el mecanismo de recompensa se “satura” y deja de reaccionar de forma saludable a la novedad», señala la experta de VIU. «La consecuencia directa es que el deseo pierde su función de motor motivacional y se convierte en una “búsqueda continua de más estímulo”, pero con menos capacidad de disfrute real».

Para ayudar a los padres a identificar si sus hijos están sufriendo esta «anestesia», María José García Rubio detalla las cinco señales más evidentes:

  1. Pérdida rápida de interés: los juguetes o actividades nuevas se abandonan enseguida.

  2. Baja tolerancia a la frustración: el niño se irrita fácilmente cuando algo no es inmediato.

  3. Demandas crecientes de novedad: actúan como si nada fuera suficiente.

  4. Confusión entre deseo y derecho: creen que pedir equivale a merecer automáticamente.

  5. Disminución del valor emocional: los objetos se vuelven intercambiables y carentes de significado.

«Cuando la experiencia repetida es “quiero, luego tengo”, el niño no entrena procesos esenciales como la demora de la gratificación o la perseverancia», advierte la experta de VIU. «Esto no solo afecta a la convivencia en casa, sino que repercute directamente en su rendimiento académico, ya que el estudio requiere una capacidad de esfuerzo que no están entrenando».

El cerebro aprende por repetición y, si la espera nunca está presente, la frustración aparece como algo intolerable. Además, este exceso puede distorsionar el desarrollo social, fomentando una menor empatía hacia quienes no tienen lo mismo y reforzando una visión del mundo centrada en el «tener» en lugar del «relacionarse».

Frente a esta situación, la docente de VIU no propone prohibir los regalos, sino aplicar una regla de oro para un consumo consciente: Menos es más cuando se acompaña de significado. Rubio sugiere que cada regalo responda a tres criterios claros: Sentido, Utilidad y Proporción.

«No se trata de prohibir, sino de asegurarnos de que cada regalo tenga un propósito auténtico y que el niño pueda disfrutarlo plenamente sin quedar “anestesiado” por la abundancia», aclara.

Asimismo, la neurociencia recomienda priorizar las experiencias compartidas (tiempo de calidad, actividades al aire libre o culturales) frente a los objetos materiales. Estas vivencias activan redes cerebrales vinculadas a la conexión social y la autorregulación, mucho más estables que los circuitos dopaminérgicos asociados a la novedad material.

«Regalar menos no significa querer menos», concluye María José García Rubio. «La medida justa es la que educa, acompaña y construye recuerdos significativos».


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