Editorial: El Laberinto de la Séptima: Un Llamado por La Candelaria

¡Amigos y vecinos de La Candelaria!

Desde hace un tiempo, un tema nos ronda y nos preocupa a muchos en el corazón de nuestra querida Bogotá: la situación de los vendedores informales en la Carrera Séptima en la localidad de La Candelaria. No se trata de señalar a nadie, sino de reconocer un desafío que, poco a poco, está afectando la vida de todos.

¿Qué está pasando en la Séptima?
La Séptima, esa vía emblemática que conecta el centro histórico, se ha convertido para muchos en un verdadero laberinto. La gran cantidad de vendedores informales, aunque buscan su sustento diario, genera un obstáculo significativo para la libre locomoción. Caminar por allí, para un turista con ganas de explorar o un habitante que va a casa, se ha vuelto una tarea casi imposible, esquivando puestos y multitudes.

El Grito de los Comerciantes Formales
Detrás de cada puerta cerrada o cada aviso de “se arrienda” en la Séptima, hay una historia de esfuerzo y cumplimiento. Los comerciantes formales de La Candelaria pagan impuestos, arriendos, servicios y generan empleo. La competencia desleal de la venta informal los pone en una situación de desventaja insostenible. Sus ventas bajan, sus negocios peligran y, con ellos, parte de la economía local que tanto nos cuesta construir. Apoyarlos es apoyar el progreso de nuestra localidad.

La Candelaria, ¿un Paraíso Perdido?
Nuestra localidad es un tesoro histórico, cultural y arquitectónico. Cada fachada colonial, cada calle empedrada, atrae a turistas de todo el mundo. Sin embargo, cuando llegan a la Séptima y se encuentran con el caos, la dificultad para moverse y la saturación del espacio público, la experiencia no es la esperada. Esta situación no solo ahuyenta a los turistas, que buscan tranquilidad y la riqueza cultural, sino también a los habitantes que desean disfrutar de su propio barrio sin aglomeraciones y desorden. Perdemos visitantes y perdemos calidad de vida.

Un Llamado a la Acción y al Diálogo
Entendemos que detrás de cada vendedor informal hay una necesidad. Pero el bienestar colectivo de La Candelaria debe ser nuestra prioridad. Es urgente que las autoridades locales y nacionales, junto con la comunidad (comerciantes formales, habitantes, Juntas de Acción Local), se sienten a buscar soluciones integrales.

Necesitamos estrategias que permitan la recuperación del espacio público, que ofrezcan alternativas dignas para los vendedores informales y que protejan a los comerciantes que cumplen con la ley. El diálogo es el camino para encontrar ese equilibrio donde la inclusión y el orden público no se contrapongan.

La Candelaria merece que su Carrera Séptima sea un orgullo, un reflejo de su historia y su vitalidad, no un símbolo de desorden. Es hora de actuar por el futuro de nuestra localidad.