El IDPC inicia recuperación del Palacio de San Francisco, sede principal de la Bienal Internacional de Arte y Ciudad BOG25

Written by on 30/07/2025

Una restauración que se suma a un diálogo mayor: cómo la creación contemporánea, la
memoria arquitectónica y el espacio público pueden convivir para construir una Bogotá más
consciente de sus raíces y más abierta a los imaginarios del futuro.
El Instituto Distrital de Patrimonio Cultural – IDPC, en articulación con la Gobernación de
Cundinamarca, adelanta la restauración integral de la fachada del Palacio de San Francisco.
Durante cuatro semanas, las brigadas especializadas del IDPC intervendrán su fachada,
siguiendo criterios de mínima intervención, respeto por la materialidad y reversibilidad. Cada
acción —lavados controlados, eliminación de biofilm, consolidación y reintegración cromática—
será documentada para asegurar trazabilidad y orientar mantenimientos futuros. Se trata de una
operación técnica, pero también de un acto cultural: trabajar sobre la materia no sólo para
detener el deterioro, sino para proyectar su vigencia en el presente.
Este proceso ocurre en un momento clave, Bogotá se prepara para la Bienal Internacional de
Arte y Ciudad BOG25, un escenario que propone mirar la urbe como espacio de creación y
memoria. La recuperación del Palacio de San Francisco no es un gesto aislado, es parte de
esa conversación sobre cómo habitamos y reinterpretamos lo que nos define a través del arte.
En la Avenida Jiménez, entre el tránsito cotidiano y los recorridos patrimoniales que
acompañarán esta intervención, la ciudad tendrá la oportunidad de preguntarse qué significa
conservar y cómo el patrimonio puede ser un lenguaje vivo para pensar el futuro.
“Intervenir el Palacio de San Francisco no es solo una tarea técnica: es un compromiso con la
historia y con la ciudad que queremos proyectar. Cada piedra y cada escultura forman parte de
un relato que debemos preservar sin congelarlo. Restaurar su fachada significa garantizar queeste Bien de Interés Cultural mantenga su autenticidad y siga dialogando con la vida
contemporánea. Coincidir con la Bienal Internacional de Arte y Ciudad BOG25 refuerza ese
propósito: mostrar que el patrimonio es una plataforma para la creatividad, no un vestigio
inmóvil”, señala Diego Parra, director del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.
El Palacio de San Francisco enfrenta riesgos que no son superficiales; colonización biológica,
grafitis que han penetrado la piedra y alterado su composición, manchas químicas, huellas del
uso de los espacios inferiores como puntos sanitarios y acumulación de basuras, así como el
impacto del perchamiento masivo de palomas, que ha afectado cornisas, molduras y relieves
escultóricos. No obstante, volverá a mostrar la riqueza material que lo hace único, pero también
abrirá un espacio para reflexionar sobre cómo la ciudad se relaciona con su patrimonio.
En el marco de la Bienal Internacional de Arte y Ciudad BOG25, esta restauración se suma a
un diálogo mayor: cómo la creación contemporánea, la memoria arquitectónica y el espacio
público pueden convivir para construir una Bogotá más consciente de sus raíces y más abierta a
los imaginarios del futuro, en un escenario internacional que hará visible el diálogo entre
patrimonio y arte.
Más que un procedimiento técnico, esta intervención se traduce en una pedagogía urbana
visible. Durante cuatro semanas, la ciudadanía podrá observar el proceso en tiempo real,
convirtiendo la Avenida Jiménez en un aula abierta donde se demuestra que el patrimonio
cultural no solo se protege, sino que se interviene activamente para garantizar su sostenibilidad.
Recuperar la fachada del Palacio contribuye a dignificar el espacio público, revertir la imagen de
deterioro en el centro histórico y fortalecer la percepción ciudadana del patrimonio como un valor
colectivo.
Este Bien de Interés Cultural del ámbito Nacional concentra en su fachada el carácter
monumental con el que la Bogotá republicana quiso afirmarse como ciudad moderna. Concebido
por Gastón Lelarge y concluido en 1933 bajo la dirección de Arturo Jaramillo y Alberto Manrique,
este edificio materializa un lenguaje arquitectónico cargado de significado: columnas, cornisas y
proporciones clásicas concebidas para proyectar orden y estabilidad en una época de
transformaciones sociales.
En la parte superior, dos esculturas alegóricas completan esta narrativa: la Paz y el Trabajo,
realizadas por Félix María Otálora entre 1930 y 1933. Elaboradas en concreto armado —un
material asociado a la modernidad—, estas figuras coronan los frontones como emblemas del
proyecto político que las originó: una ciudad que aspiraba a construir progreso bajo la promesa
de armonía social. Hoy, estas piezas son algo más que vestigios ornamentales, son claves para
entender cómo el poder se representó en la arquitectura y cómo el patrimonio nos interpela
sobre los discursos que heredamos.


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