La educación superior necesita algo más que conocimiento técnico: competencias socioemocionales y apertura cultural
Written by Jose de Jesus Prieto on 22/07/2025
Por: Susan Benavides; Vicerrectora de Investigaciones y Extensión, Universidad de América.
En los debates sobre calidad en la educación superior, solemos enfocarnos en
indicadores cuantificables como rankings, acreditaciones o el cumplimiento de
estándares curriculares. Si bien estos elementos son importantes, existe un
componente menos visible, pero esencial, que moldea profundamente la
experiencia educativa: la dimensión humana del docente y su capacidad para
establecer conexiones significativas con sus estudiantes.
Recientemente, junto a un equipo de investigación, publicamos en PLOS ONE un
estudio que analiza cómo las habilidades blandas (soft skills) y las actitudes
multiculturales inciden en la calidad de la enseñanza universitaria en Colombia.
Los resultados son contundentes: los docentes que demuestran competencias
como comunicación asertiva, empatía, escucha activa y resolución pacífica de
conflictos no solo enseñan con mayor efectividad, sino que generan ambientes
inclusivos donde la diversidad cultural deja de ser una barrera y se convierte en un
activo pedagógico.
¿Por qué esto reviste tanta importancia? Porque las aulas universitarias actuales
son escenarios de gran heterogeneidad. En ellas convergen estudiantes con
trayectorias marcadas por diferencias étnicas, culturales, lingüísticas, de género y
clase social. En contextos así, la ausencia de habilidades blandas y de una
auténtica apertura cultural puede acentuar las desigualdades y limitar el
aprendizaje significativo. En otras palabras, la calidad educativa no se define
únicamente por el dominio disciplinar, sino también —y quizás más
decisivamente— por la manera en que se enseña y por la disposición del docente
para reconocer, valorar y dialogar con la alteridad.
Entre los hallazgos más relevantes de nuestra investigación, destacan los
siguientes:
La ideología multicultural —entendida como la creencia en el valor de la
diversidad cultural— se asocia positivamente con actitudes inclusivas y
favorece prácticas docentes sensibles a contextos diversos.
El contacto intergrupal, sorprendentemente, no garantiza por sí solo una
valoración positiva de la diversidad. Esto evidencia la necesidad de
acompañar dicho contacto con procesos formativos y reflexión crítica que
desmonten prejuicios y promuevan el entendimiento genuino.
El orgullo nacional, aunque no presentó un efecto estadísticamente
significativo sobre las actitudes hacia la diversidad, abre interrogantes sobre
cómo construir identidad colectiva desde una lógica de inclusión y no de
homogeneidad cultural.
En este contexto, el reto para las instituciones de educación superior es claro:
incorporar la formación en competencias socioemocionales y en actitudes
multiculturales como un componente estructural, no accesorio, de la política
docente y del currículo formativo. Las universidades que no lo hagan corren el
riesgo de anquilosarse en modelos educativos inadecuados para un mundo
interconectado, complejo y culturalmente plural.
El conocimiento técnico sigue siendo crucial, pero ya no es suficiente. En el aula
universitaria contemporánea, enseñar implica mucho más que transmitir saberes:
supone construir puentes, generar confianza, y reconocer al otro como legítimo
interlocutor. Solo así podremos avanzar hacia una educación verdaderamente
transformadora, equitativa y pertinente para los desafíos del siglo XXI.
�� Consulte el estudio completo en:
https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0321490
PLOS ONE – Soft skills, multicultural attitudes and teaching quality in higher
education in Colombia.
�� Puede leer el estudio completo aquí:
PLOS ONE – Soft skills, multicultural attitudes and teaching quality in higher
education in Colombia