En Colombia entre el 5% y 10% de menores padecen Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad
Escrito por Jose de Jesus Prieto on 14/08/2024
Bogotá, agosto de 2024. El trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es uno de los
diagnósticos más referenciados, sobre todo cuando se habla de dificultades escolares, de acuerdo
con el Instituto Neurológico de Colombia, en el país existe una prevalencia entre el 5% y 10% de
menores, esto indicaría que, en un aula de 40 estudiantes entre 2 y 4 de ellos probablemente
cuentan con este diagnóstico.
Esto supone un reto, y quizá un temor para los docentes, quienes al escuchar que uno de sus
alumnos tiene dicho diagnóstico, a su mente vienen imágenes de un niño que, dicho de forma
popular: “no se queda quieto”, “va a interrumpir la clase”, o en resumen, un niño que “se porta mal”,
esto asociado a las dificultades que presentan durante la etapa de pre escolar, en las cuales se
enmarcan conductas inadecuadas recurrentemente, conocidas como “berrinches” o incluso en
algunos casos emisión de conductas asociadas a las deficiencias neurológicas.
“El TDAH tiene como características principales una serie de fallas en la atención manifestadas a
través del descuido en detalles o errores en tareas escolares, tareas prolongadas que pueden incluir
tareas de su interés, pocas habilidades para la organización y planeación de actividades largas, entre
otros” comenta Ángela Lucia Sánchez, Docente de la Especialización en Psicología Clínica Infantil de
la Universidad El Bosque.
La presencia de signos de hiperactividad o impulsividad manifestadas a través de conductas como el
jugueteo con manos o pies, dificultad para permanecer en la silla en situaciones donde debe
mantenerse sentado, o en continuar alguna actividad que, sea o no recreativa, le exige permanecer
en ella por periodos prolongados de tiempo, entre otros; dichas características deben percibirse
durante al menos 6 meses e interferir con sus actividades de la vida diaria.
“Podemos evidenciar patrones conductuales en la implementación de habilidades sociales y
emocionales, entre los que se han podido observar preferencias por juegos que tengan actividades
que involucren motricidad gruesa, así mismo, se logra evidenciar inmadurez emocional, lo cual se
relaciona con las dificultades en gestión y regulación de emociones ante situaciones de frustración,
tristeza y enojo que son regularmente las desencadenantes de conductas inadecuadas” afirma Luisa
Pineda, Especialista en Psicología Clínica.
El impacto en los niños y adolescente es grande al no poder adaptarse de manera natural al
contexto, se encuentra en repetidas ocasiones rechazo directo por parte de compañeros y docentes,
incrementando sus dificultades en cuanto a autoconcepto y la manera en la que se relaciona, lo que
termina retrasando además su proceso de desarrollo en cuanto a habilidades comunicativas, siendo
característico del diagnóstico (más no un criterio del mismo) mostrar respuestas impulsivas,
pasivo/agresivas e incluso desafiantes ante situaciones de incomodidad o de autoridad.
El TDAH tiene 2 perfiles: personas descritas como extrovertidas, cuyo cuerpo no concibe la quietud y
sus conductas tienen un tono de urgencia en todo momento. También el TDAH percibido en este
caso como personas introvertidas, que parecen “no escuchar”, y aunque en el aula de clases no son
protagonistas, su atención constantemente se deja llevar por detalles de su alrededor dejando la
tarea asignada en segundo plano; un perfil menos llamativo al no interferir con las actividades de la
clase, pero igual de preocupante para su desarrollo.
La intervención terapéutica para personas con TDAH tiene 2 frentes de acción: el cognitivo y
emocional. Desde el proceso cognitivo el trabajo se encamina a fortalecer la capacidad para
mantener el foco atencional en las actividades correspondientes e inhibir los estímulos externos que
no sean relevantes para cumplir con la tarea asignada. Para esto se puede trabajar mediante tareas
que la persona realiza por periodos de tiempo más prolongados, y a la que se añaden estímulos
distractores para entrenar este proceso cognitivo para el momento en el que se enfrente a las tareas
de su contexto natural.
Por otro lado, se trabaja el control de conductas impulsivas y poco adecuadas de acuerdo con el
contexto, para ello, la ejecución de actividades que pueden detonar dichas conductas y el
entrenamiento mediante auto instrucciones será de mucha utilidad, con un manejo de recompensas a
largo plazo en aras de una retribución en el futuro, nos permitirán fortalecer dicho proceso.
“La validación de emociones permitirá 1) identificar cuál es su emoción etiquetarla y expresarla, 2) a
partir de dicha etiqueta nos podrá explicar qué detono dicho comportamiento, 3) acompañar y
explicar la situación desde la calma, así los niños podrán tener un mejor modelo para gestionar
emociones que por años categorizamos como negativas, les damos alternativas para expresarlas y
fortalecemos un auto concepto relacionado con el control de su comportamiento” dice Daniel S.
Villamil, Docente de la Especialización en Psicología Clínica Infantil de la Universidad El Bosque.
Es importante no olvidar, psicoeducarnos como contexto acompañante, pues esto nos permite tener
herramientas no solo a nivel profesional, toda vez que, al realizar un acompañamiento adecuado en
las aulas, dentro del contexto familiar y terapéutico, modelaremos comportamientos y ayudas por
parte de otros, realizando una inclusión real de este diagnóstico a la sociedad.
BIBLIOGRAFÍA
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