Una dosis de Morcillas…  

Escrito por on 11/08/2024

 

Por: Martha Patricia Moreno Moreno

 

Si la novela es la historia privada de las naciones, y la crónica la historia privada de los pueblos, puedo contarles en menos de lo canta el gallo, que sucedió la cosa más insólita a un asador de carnes que se comió 8 morcillas en 10 minutos, se atragantó y con morcilla en mano cayó muerto. Este reto ya había sido superado por una mujer menudita el año anterior, cuando ingirió 13 rellenas en el Festival de la Morcilla y en el menor tiempo (Quizá porque las mujeres sabemos más de embutidos).

Tenía el nombre de Tadeo, pero no por fe de cristianismo, sino por desacierto de su madre, otra asadora que había nacido en los tiempos difíciles, y como si se tratara de una advertencia del destino lo bautizó como Judas_ Pero, ¿Qué convierte a una muerte en absurdamente ridícula? ¿Debe ser exageradamente grotesca, tener una dosis extra de mala fortuna o quizá de justicia gastronómica?__Quien sabe, cuando la realidad supera a la ficción, comprendemos que no existe gente sana sino mal comida.

¿Pegarse la asustada del siglo por una necesidad de reconocimiento?_ Vaya uno a saber_ eso algunas veces nos alerta a ser escépticos, y otras a volvernos prudentes con la vida; contrarios a quien padece de vanidad, que envenena, embrutece y hace cometer todo tipo de excesos, como lo frívolo de un público, al que no le importa la osadía de un partidario a las morcillas.

Digo_ que la mejor rellena la he probado en este pueblo que usa la chunchulla delgada, como es el oficio de escribir, que se anticipa a la vida y cuyas coincidencias nos vuelven inverosímiles.

Convengo con las últimas palabras de Oscar Wilde: “Moriré como he vivido, por encima de mis posibilidades” Pero es que entonces el dramaturgo vivía en el siglo XVIII, y si yo hubiera nacido en ese siglo, también la hubiera pasado de maravilla. (Las gordas eran una belleza, y las flacas un esperpento que no sobrevivían, ni aunque se enmorcillaran).

ESCRITO AL MARGEN: En el palacio de la torre como en la política y el ajedrez de los políticos, “todo es posible” y el gobernador se juega su historia con algunas fichas que saca por malas, y otras por ser muy buenas (como el chino de Sogamoso). Un enroque con inversión del signo que condena a los inocentes y ensalza a los canallas; pero en esa profesión de riesgos, contubernios y entuertos, no hay que espantarse, pues se envejece pronto y pronto se sale de escena.


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